lunes, 26 de marzo de 2012

EL HABITUS EN LA ESCUELA PÚBLICA; SU IMPACTO EN LA REPRODUCCIÓN DE UNA CULTURA DE LA VIOLENCIA EN MÉXICO.




La violencia en la escuela, ¿un aprendizaje en competencias?
Existe algo que desde Bordieu llamamos capital cultural y económico, que los individuos van adquiriendo desde sus vivencias. Se conforma  cuando las mismas vivencias se relacionan con la estructura de poder en que viven, de esta manera los individuos privilegian los aprendizajes que les permiten sobrevivir en el entorno de vida en que ellos existen, se adaptan a las relaciones de poder que perciben en su entorno desde su cotidianidad, donde los más beneficiados por el sistema buscan mejorar su situación en el estado de las cosas preexistentes y los menos beneficiados buscan introducirse en un campo, el que es definido por Bordieu y Wacquant como:

(…) una red o una configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones están objetivamente definidas, en su existencia y en las determinaciones que imponen sobre sus ocupantes, agentes o instituciones, por su situación presente y potencial (situs) en la estructura de distribución de especies del poder (o capital) cuya posesión ordena el acceso a ventajas específicas que están en juego en el campo, así como por su relación objetiva con otras posiciones (dominación, subordinación, homología, etcétera). (Citado por Chuquilin Cubas, 2011)


Es aquí donde podemos pensar la relación de los maestros y alumnos dentro de la escuela pública en México, donde el estado de las cosas está definido por la triada: escuela-SEP-SNTE, en la cual las relaciones de poder se reacomodan continuamente según los momentos que se viven desde su propia cotidianidad.

¿En qué consiste esta cotidianidad?, conocerla es la misión indispensable a realizar para entender el problema educativo desde el aula, ya que la misma determina, desde casos particulares, la manera en que se dan las relaciones sociales de aprendizaje de los niños, los que serán diferenciados también según su edad. No será lo mismo la primaria inicial que la secundaria donde, como sujetos que entran a la adolescencia,  responden en forma diferenciada a las relaciones de poder que encuentran ya establecidas.

Para las clases medias desde la escuela secundaria  se conforman desde su cotidianidad unas relaciones sumamente violentas, que se pueden explicar por un lado como fruto de la natural rebeldía de la juventud y sus ideales, desde una formación moral que, sobre todo desde estas clases, se arraiga desde el discurso cotidiano del hogar, formación que se enfrenta a una realidad en la escuela marcada por la simulación, el autoritarismo, la falta de pluralidad y muchas veces la corrupción, e incluso el acoso sexual de muchos tipos, por lo que esta respuesta violenta se vuelve necesaria desde un  ethos moral  que en la juventud es muy fuerte, por su fuerte tendencia a idealizar las situaciones y privilegiar la solidaridad con sus iguales.

Sin embargo, por el lado de las clases más desfavorecidas --y estaríamos hablando principalmente de los grupos marginados de las grandes urbes--, donde la familia ha sufrido un proceso de desintegración que deja indefensos a sus miembros más débiles –los hijos-- al no permitirles enfrentar desde un “comportamiento” –ethos-- moral -- resguardado e imitado como una forma de protección y formación familiar--,  la situación de violencia  escolar con sus valores de sumisión y violencia simbólica extrema.

Estas clases desprotegidas y marginadas,  se vuelven rehenes de sus únicos referentes culturales legítimos: su entorno social degradado y sus maestros con un entorno escolar igual de degradado, lo que los lleva a adquirir una sensibilidad excesiva –por la interiorización de los valores ahí presentes-- al entorno cultural de la escuela o al de sus pares en las agrupaciones juveniles --pandillas--, que se forman desde la búsqueda de una identidad que no pueden adquirir en la familia, dándose también un proceso de ruptura y violencia cuando prevalece la calle como referente de identidad ante las agresiones –Bullying-- de parte de maestros y compañeros.

Los alumnos de la escuela básica en México están sujetos a la voluntad casi absoluta de sus maestros, directores e inspectores, siendo estos últimos la pinza que cierra y legitima desde el poder el discurso magisterial que deriva en el trato cotidiano a los alumnos desde el aula y la escuela, espacios desde donde se crea un habitus  desde la practicidad de la vida escolar, una forma de vida o una forma de ser para sobrevivir.

O como dice Córdoba citando a Bordieu (2003):

Los habitus poseen un carácter esencial en el mundo práctico y son respuestas cuasi automatizadas y anticipadas a los estímulos del medio, las cuales han sido aprendidas en la experiencia práctica y “preadaptadas”  al orden social, porque constituyen para el individuo la única manera lógica para él de estar en esa particular porción de la realidad que le toca vivir. (p.3)

A nivel de la escuela primaria, este conflicto no se percibe y se da por sentado que la ausencia de conflictos muestra un sector bien adaptado a su entorno y en proceso de aprendizaje. Lo que no vemos es que en las edades en que el niño está en este nivel su proceso de desarrollo es de aprendizaje y obediencia y responde pasivamente a las agresiones, sobre todo de sus referentes de autoridad como son los maestros y directores, es así que la escuela se ha convertido en un lugar violento donde se aprende la violencia dentro de la mejor tradición de las competencias, ya que, como nos menciona  Abramobay (citado por Velazquez Reyes, 2005):

En lugar de ser un lugar seguro y de integración social, de socialización y de resguardo, la escuela se tornó en un escenario de acontecimientos violentos. Ella se viene mostrando como un lugar donde las varias modalidades de violencia –físicas y simbólicas—se manifiestan de manera particularmente intensa. Esto se debe, de un lado, al hecho de que la escuela refleja las tensiones frustraciones y problemas que ocurren fuera de sus muros y que interfieren negativamente en la vida de la comunidad, y, del otro los grandes discursos sobre principios y valores de la educación ya no encuentran resonancia en la sociedad. La escuela no prepara más para el mercado de trabajo, ni es la única o principal fuente de transmisión de conocimientos sobre el acervo cultural de la humanidad. Además de esto, la escuela no corresponde a la expectativa de abrir la posibilidad de un futuro para los jóvenes (p.743).

 El conflicto en este nivel sólo se da cuando los niños son víctimas de violencia excesiva y los padres se enteran, lo que genera un conflicto de grandes dimensiones ya que en este tipo de casos estamos hablando de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y de conductas delictivas como la pederastia.

Mantener el tipo de relaciones en la escuela mexicana como se dan actualmente, donde el autoritarismo campea a sus anchas ante una ausencia notoria de espacios públicos democráticos, sin que  exista un sano equilibrio político de poder entre los maestros-directivos y los alumnos y donde el espacio público esté demarcado claramente para no interferir en los espacios de aprendizaje –los cuales también requieren de otro espacio, pero entre pares— provoca que la escuela primaria sea el lugar donde se gesta el conflicto posterior que profundiza el problema de la baja calidad educativa que ya sufre la primaria y que se agudiza en la secundaria.  

Investigaciones recientes nos indican que la violencia simbólica es más intensa en la primaria y la explicación podría ser la indefensión natural de los niños ante sus mayores en una etapa formativa básica para su formación como personas. A nivel secundaria el entorno es el que se vuelve violento por la mayor capacidad del alumno para encarar a sus agresores, en este sentido podríamos hablar de una mayor agresividad del alumno ante el maestro o la escuela la que responde con mayores normas disciplinarias para asegurarse un espacio de acción en su labor, tenemos así que en la investigación de Velázquez Reyes (2005):

El mayor porcentaje de casos de violencia en la escuela se encuentra en la primaria (67%), después le siguen secundaria (15%), preparatoria (11%) y preescolar (8%). Se registra, también, una diferencia de género: los hombres son víctimas de mayor cantidad de violencia física (67% vs 33%) pero son las mujeres (57% vs 43%) quienes narran más episodios violentos (p.754). 

Hay que recordar que  un campo, como nos dice Bordieu, es “un sistema estructurado de posiciones sociales, un sistema estructurado de relaciones objetivas e históricas entre esas posiciones y ciertas formas de capital o poder” (citado por Chuquilin Cubas) y que como nos dice el mismo autor, mientras más diferenciada es la sociedad el espacio social es más multifuncional y con muchos campos, todos articulados entre sí, lo que hace cada vez más complicado su análisis como sería el caso mexicano.

La escuela entonces, es un campo donde se reproduce en muchos casos –sobre todo la escuela pública existente en las zonas marginales urbanas— la relación de poder que se estructura más arriba, desde la triada: escuela-SEP-SNTE (Peraza, 2010), por lo que en ella está la base de la legitimidad que estructura las formas de poder corporativo que caracterizan a nuestra sociedad y que simbólicamente van, desde el regalo que acostumbran dar los padres de familia a los maestros para mejorar la calificación de los hijos, hasta la cuota en dinero o especie que los padres tienen que proporcionar para que sus hijos sean admitidos en ella, en pocas palabras, se enseña en los hechos la relación clientelar entre opresores y oprimidos, la cual tiene como característica según Mario Caciagli (citado por Gómez-García 2008):

(…) el clientelismo es una relación diádica en la cual un agente, en posición de superioridad, utiliza su influencia y sus recursos para dar protección y seguridad a otro agente, que está en posición de inferioridad, a cambio de servicios, lealtades y apoyos (p.331).

Es decir, se crean unas relaciones simbólicas de poder mediadas por un habitus que legitiman las relaciones de poder basadas en la violencia desde su cotideanidad, o siguiendo a Shi podemos decir (citado por Córdoba, 2003):

El habitus es producto tanto de la historia individual como de la historia colectiva, decantadas en la práctica gracias a las regularidades de la acción social, se presenta como una “subjetividad socializada”, donde individuo/sociedad; subjetividad/objetividad; cuerpo/mente, se encuentran en relación dinámica. De igual manera propone un vínculo no dicotómico entre la reproducción biológica y la social que es indispensable para entender la posición de los sujetos en términos de relaciones de poder. (p.3)

Como vemos, esta definición marca en forma precisa la relación entre el alumno y el maestro, y a su vez, la relación entre el padre de Familia y el maestro, de ahí que sólo en casos extremos –violencia extrema— el padre de familia o el alumno estén dispuestos a acusar o denunciar al maestro por prácticas indebidas, ya que se consideran “beneficiarios” del sistema, no sus víctimas, siendo así que los alumnos aprenden esta relación y forma de ser desde las aulas como algo propio del “ser”, algo correcto, algo que les beneficia a todos o como diría Weber desde las sociedades tradicionales de corte patrimonial, los favores del señor y las obligaciones del cliente.

Por esto puedo decir que desgraciadamente la escuela no está cumpliendo su misión principal en el México de nuestro tiempo, misión que debería compartir con la familia y que podemos entender como la formación de un ethos moral que sirva como muro de contención a la futura integración de los adolescentes a la delincuencia organizada, ethos que debería desarrollarse desde un Pathos --discurso emocional-- y un logos propios –discurso lógico racional— que impulse los valores ético morales de la democracia, que los enseñe a ser ciudadanos, no desde el discurso, si no, desde el ejemplo cotidiano en las aulas, ya que la democracia es ante todo una forma de vida.

El discurso escolar emotivo y racional que debería surgir de un entorno escolar sano, es substituido por “otro discurso” desde la cotidianidad de la vida de los adolescentes por: la música de moda, Internet y las redes sociales, la película, la religión y otros referentes similares y diversos en la cultura mexicana, donde se exalta a los “héroes”, miembros  de los grupos de la delincuencia organizada que han caído en los enfrentamientos con las fuerzas del orden o el ejército, lo que configura un discurso con un contenido épico de redención social que es asimismo un discurso emotivo (pathos) , que les permite rechazar el débil “logos” (discurso racional) escolar y cooptar casi en forma natural a los adolescentes, ya que la escuela con su ethos desvalorizado por el enfrentamiento cotidiano que se da en su interior: alumnos-escuela, basado en situaciones que son percibidas como claramente injustas y con un sentido de no solidaridad, no es capaz de formar dentro de los valores libertarios y sociales que le son propios a la sociedad occidental moderna y que son la base de su funcionamiento, incluso como sociedad de mercado, no sólo como sociedad democrática.

La idea de que para disminuir la delincuencia hay que lograr la permanencia en la escuela sobre todo en el Nivel Medio Superior, queda en entredicho, es más que eso, hay que lograr que las escuelas sean también un espacio formativo de un ethos moral acorde a la civilización democrática en que queremos vivir, formar ciudadanos, ese es el reto, pero no debemos creer que sólo es un problema del currículum escolar como plantea la Reforma para la Educación Media Superior (RIEMS), es un problema esencialmente de organización escolar, un problema de moral pública en la escuela.    


Bibliografía

Chuquilin Cubas, Jerson (2011). “La educación secundaria en Perú y sus profesores: cambios y continuidades”. Revista Educación, num: 35-2, Universidad de Costa Rica, Facultad de Educación.
www.revista-educacion.ucr.ac.cr

Córdoba Plaza, R. (julio-diciembre de 2003). “El concepto de habitus de Pierre Bordieu y su aplicación a los estudios de género”, Colección Pedagógica Universitaria núm. 40, México: Veracruz, Instituto de Investigaciones histórico sociales, Universidad Veracruzana.

Gómez-García, C.F. (2008). “La corrupción, aspectos éticos, económicos, políticos y jurídicos”. Díkaión, Universidad de la Sabana. Fecha de acceso, 23 de octubre de 2011.

INEE, (2009a) “Derecho de lograr aprendizajes relevantes para la vida”, en: El derecho a la educación en México, informe 2009. México, D.F. Fecha de acceso 15 de sep. De 2011. http://www.inee.edu.mx/index.php/publicaciones/informes-institucionales/informes-anuales/4657       

INEE, (2009b) “Derecho de asistir a la escuela y avanzar regularmente hasta completar la escolaridad básica obligatoria”, en: El derecho a la educación en México, informe 2009. México. D.F. Fecha de acceso 15 de sep. De 2011. Fecha de acceso, noviembre de 2011.

INEE, (2009c) “El derecho de aprender”, en: El derecho a la educación en México, informe 2009. México, D.F. Fecha de acceso 15 de sep. De 2011. Fecha de acceso, noviembre de 2011.

Peraza Guzmán, A. (2010). Fracaso educativo y políticas públicas en México. México,  D.F. Universidad Pedagógica Nacional.

Velázquez Reyes, L.M. (2005). Experiencias estudiantiles con la violencia en la escuela. Revista mexicana de investigación educativa, julio-septiembre, año/vol. 10, número 026, México D.F. COMIE. Fecha de  acceso, 22 de octubre de 2011.                  http://www.culturadelalegalidad.org.mx/recursos/Contenidos/Educacin/documentos/Experiencias%20estudiantiles%20con%20la%20violencia%20en%20la%20escuela.pdf