martes, 9 de abril de 2013


El problema educativo en México: sus orígenes

Armando Peraza Guzmán

Hablar de reformas y contrarreforma encubre más una solución política y no ofrece muchas alternativas de solución a la problemática educativa actual que es desastrosa. Estoy de acuerdo que el problema fundamental no son los maestros, aunque sí son el cabo más visible y el último eslabón en la cadena de fracasos en lo educativo. Sin embargo y a pesar de que las evaluaciones son fundamentales para obtener información sobre la situación del magisterio, lo realmente importante es el uso que se le dé a las mismas y es ahí donde entra lo político y donde generalmente se toman malas decisiones que no redundan en beneficio de los niños de México.
Habría que despolitizar el sistema educativo, esa es la reforma fundamental que se requiere, el cómo hacerlo es sobre lo que tenemos que reflexionar y entender que la vía no es la descentralización tal y como se llevó a cabo, ya que la misma es un fracaso que se debe revertir y es un peligro mayor si se extiende al municipio, como lo demuestran las experiencias de América Latina. Lo fundamental es crear una serie de agencias que adelgacen a la SEP repartiendo sus funciones y haciéndolas trabajar por metas desde el modelo de organismos autónomos nacionales para revertir la nefasta influencia de los caciques regionales llamados gobernadores que tanto mal le están haciendo a nuestra educación.

Una reforma en lo educativo, que no educativa, que no retome el control de lo educativo por parte del Estado es lo que se necesita, ya que al retomar el Estado el control de lo educativo como sucedió con la última reforma constitucional en la materia y con la caída de la “Maestra Gordillo”, lo único que pasó, es que se revivió el viejo modelo de control corporativo en beneficio del partido en el poder, se revivió y modernizó el viejo pacto clientelar y se regresó al espacio de las simulaciones que han perpetuado la pobreza y la marginación en nuestro país.

En el país tenemos un grave problema en lo educativo causado por la herencia clientelar que pauperizó el sistema al desviarlo de sus fines originales. Desde Vasconcelos el sistema educativo se oriento a la educación del pueblo mexicano, a la ampliación de su cultura como una vía de emancipación y de combate a la pobreza que se extendió al campo y a las zonas indígenas vía las misiones culturales y posteriormente el proyecto de educación rural.

Este “digno” fin de lo educativo por parte del Estado, inició su rompimiento en forma temprana ya desde el cardenismo, donde la función adoctrinadora en favor de un Estado justo, revolucionario y socialista se configura mediante el “Nacionalismo Revolucionario” una especie de religión estatal igual de oscurantista que la que había sido rechazada por el laicismo educativo desde la época de Juárez. Con Alemán se logró cooptar el movimiento sindical hasta entonces autónomo con la llegada del Ingeniero Robles Martínez a  la cabeza del SNTE –el primer cacique de este organismo de tres que habría de tener hasta la fecha--, que habría de estructurar y validar ya en una forma completa y compleja la utilidad del sistema educativo, más como un órgano emergente de formación para el trabajo en la una nueva y naciente industria, que en una educación liberadora, tal y como la concibió Vasconcelos, modelo que no estaba necesariamente en contra de lo laboral, pero si saboteaba el control que buscaba perfeccionar desde el Estado el sistema clientelar que se estaba construyendo velozmente y que requería de una masa obrera dócil con los mínimos educativos para incorporarse al crecimiento de México desde una óptica de dependencia y explotación intensiva, por lo que la educación se adaptó a este proyecto y al llamado en lo económico “Milagro Mexicano”, que nos trajo la época de mayor crecimiento económico junto a una acumulación originaria de capitales, pero que no estuvo acorde con mayores niveles de justicia social para la gran mayoría de la población.

Echeverría habría de darle la puntilla al proyecto vasconcelista en lo poco que quedaba de él, que era la figura del maestro, el que se profesionalizaba desde una formación de corte estamental que le estaba dando poco a poco una identidad propia a la profesión, similar a la que tenía la del médico o el abogado, desde la familia, con imaginarios que a la larga acabarían de configurar a la carrera magisterial como una profesión heredada de padres a hijos y con sus respectivos códigos de conducta propios de una fuerte y pujante clase media que estaba ya impregnándose de una moral burguesa basada en principios culturales que hacían del trabajo una forma de superación y de la honestidad una forma de vida que todavía se puede observar en las películas de la época.

El Presidente Echeverría modernizó a su vez el modelo clientelar del alemanismo, al incorporar a las masas a él, así solucionó el fracaso cada vez mayor del modelo económico de crecimiento que ya estaba en crisis y que era incapaz de canalizar el deseo de empleo de la nueva juventud mexicana que tenía por ese entonces un índice de crecimiento impresionante y que requería de espacios económicos para darles empleo que no estaba proporcionando la industria, la que merced al modelo del “Nacionalismo Mexicano”, se había topado con los límites que un sistema de privilegios y corrupción puede ofrecer, donde el enriquecimiento era más una cuestión de acuerdos con el Estado, que de productividad y competitividad.

La masificación del magisterio requirió de un relevo en lo sindical, ya que el viejo líder respondía a otras necesidades más de corte empresarial –se volvió un empresario exitoso vinculado desde la dirección SNTE y de BANOBRAS (12 años) a los grupos empresariales más poderosos del país— que a la visión “popular” que se le quería inyectar a nuevo proyecto de país y es aquí donde toma el relevo Jonguitud quien rompe la estructura de crecimiento paulatino del magisterio y transforma a la SEP en complicidad con el SNTE en la agencia de empleos más grande del país incorporando a las masas desde unas escuelas normales que también se masificaron y pasaron de formar profesionistas a dar títulos en forma industrial sin los mínimos sistemas de control académico, la profesión se volvió una patente de corso adecuada más al bienestar económico de este nuevo magisterio que a sus fines originales.

Es en este momento cuando se inicia el rompimiento del sistema educativo con el proyecto de crecimiento económico que de por sí ya estaba en crisis, retomar posteriormente un crecimiento sostenido requeriría de un cambio de rumbo, no sólo en lo económico, también en lo educativo, ese papel se lo dejaría al último gran modernizador del “Sistema Político Mexicano” heredado de la revolución, Carlos Salinas de Gortari, que llevó a cabo una serie de reformas económicas cuya máxima expresión es el TLC, que requirieron a su vez de profundos cambios en la orientación educativa, cambios que el ya también viejo líder magisterial no podía ofrecer, esos fueron los tiempos del encumbramiento de Elba Esther Gordillo al frente del SNTE, la tercer cacique histórica del sindicato magisterial y la última hasta la fecha.